Wednesday, June 12, 2013

ESCAPARATE II.


ESCAPARATE II

(Os dejo esta segunda versión de "escaparate" que, en principio, iba a ser la original; después quedó como una segunda versión. Espero que os guste.
La primera versión esta en este blog, en la sección de relatos, solo un poco más abajo.)


Se detuvo sorprendido ante el escaparate del Corte Ingles de la calle Princesa. Al principio no entendía porque se había parado, la calle era la misma de siempre. Días y meses pasando por ella camino de la universidad; el comercio, el de siempre. A Carlos nada le distinguía del resto de la gente que circulaba indolente por la acera, salvo sus ojos de un color negro profundo llenos de tristeza. Se detuvo a mirar el escaparate. Se avergonzó de sí mismo, casi al segundo, al constatar que era de ropa interior de señoras; había tres maniquíes casi desnudas diferenciadas en el color de la ropa traslucida que vestían y unas pelucas ridículas en sus colores llamativos: rojo, amarillo y verde. La del medio, pelo rojo, llevaba además de la braguita y sujetador de encaje blanco una bata transparente, hasta media pierna, que se le abría por delante dejando contemplar el falso ombligo; destacaba además, pensó él, en aquellos ojos enormes y azules, llenos de una insinuación mórbida y sensual. Ojos de perra, se dijo para sus adentros.

Se avergonzó de sus pensamientos, ¡eran unos putos maniquíes!

Hasta le pareció que al maniquí le brillaban los ojos cada vez que él dirigía su mirada hacia su rostro. ¡Y qué rostro! Una cara blanca, pura, de alabastro, perfecta, sin impurezas, sin arrugas...un rostro que no envejecería nunca, unos ojos que no se apagarían, unos labios que no secarían. Sin embargo al mirar directamente todo volvía a la normalidad de un escaparate de comercio.

Se sintió, allí parado, ante un escaparate DE MANIQUIES CON ROPA INTERIOR FEMENINA.
Se fue medio avergonzado, llamándose idiota y subnormal y pensando en si lo hubieran visto sus amigos o compañeros de clase.

Conforme se iba, su mente volvía a ver al maniquí de pelo rojo, su ropa blanca , su rostro casi perfecto, el guiño de sus ojos un poco pícaro, un poco avieso; tentado estuvo varias veces de retornar a verla .......pero entendía que era gilipollesco que se encaprichara con una maniquí, y además una maniquí del corte ingles. ¡Era una simple muñeca por Dios!

En la cena estuvo distraído, ausente, por lo que todas las bromas cayeron encima del, sus hermanos, aprovechando el bajón anímico también se metieron con él. En otra ocasión reaccionaria, se pelearía, gritaría, se ENFADARIA PERO, ESA NOCHE, NO; esa noche paso de todo, menos del recuerdo de la maniquí del escaparate.

Por la mañana, temprano, paso a propósito por el Corte Ingles de Princesa para ver de nuevo el escaparate. Allí seguía aquella belleza fría y distante detrás de un cristal, inaccesible para él. Deseo tocar aquel cuerpo, besar aquellos labios..........al tiempo se veía asimismo como un idiota o loco o monstruo. Se insultó y se fue a clase.

Todo el DIA paso triste y aburrido. Deseaba terminar todo para ir a ver a su amor. ¡Sí! su amor, estaba loco por el maniquí de ojos azules y pelo rojo, de bata traslucida y sin arrugas en los ojos.

Terminada la última práctica de química, ya cayendo el sol, corrió, como el loco en que se había convertido, hasta el escaparate de sus sueños. Allí estaba, y la maniquí lo recibió con un pequeño brillo de reconocimiento, como si la figura lo reconociese y le sorprendiese que volviera a verla. El sintió aquel brillo como algo mágico, algo que le decía que la figura vivía y vivía solo para él, quería que solo fuese para él, nada más que para él.

Entro en el edificio y se acerco al escaparate por la parte de adentro con cierto disimulo al tiempo que iba tocando bolsos y bolsos. Imposible. Estaba cerrada y solo se podía ver desde fuera. Era fácil de abrir, accesible, pero necesitaba de la soledad y la ausencia de mirones para reunirse con ella.

Cerca de las diez de la noche entro en el aseo y se encerró.  Espero más de dos horas cuando se hizo el silencio. Nadie quedaba.

Salió con miedo, el corazón desbocado, miles de pensamientos se agolpaban en su cabeza, le dolía el estomago de hambre.

Avanzo esquivando a la vigilancia y se aproximo al escaparate, entró y se acerco a su amada que, sorprendida, le guiño un ojo y le envió un beso a distancia. Se acerco y acaricio aquel rostro angelical.................
......................................................................................................................................................................................................................El escaparatista estaba asombrado del gran éxito del escaparate de ropa interior de Princesa. No se lo creía, había sido un diseño más bien convencional y de poco tiempo, además le habían impuesto muñecos y ropa lo que le había dejado poco margen a la improvisación y el Corte exigía presentaciones clásicas y poco dadas al lucimiento del artista; de algo había que comer. El propio director del centro comercial lo había llamado para felicitarle a primera hora de la mañana, aun no se había levantado de la cama. Era la primera felicitación de aquel tipo. Desayunó rápido, se vistió y fue paseando a Princesa. Cuando lo vio, en la lejanía, supo que algo iba mal, que, aquel, no era su escaparate. El no había hecho aquello. En el suelo, en un inmenso rojo granate sobre el que tres diosas de la belleza refulgían bajo los focos de las lámparas, estaba, en cuclillas, casi en posición fetal, un pequeño y patético maniquí mal vestido, de cuencas vacías y boca abierta que imploraba, con un gesto congelado, el amor de la diosa roja.................

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